viernes, 29 de abril de 2011

Es la política, estúpido

Pensaba para mis adentros, si tuviese que definir La política, como lo haría ? Recordaría aquella que hacía hincapié en los roles, entonces la vería como a la actividad del conjunto de los ciudadanos que participa en los asuntos de un estado, ciudad, etc., con su voto, sus peticiones, sus protestas  o de otra forma. Podría también intentar con algo mas altruista y pensar entonces que es la actividad que el Hombre desempeña desde el Estado con el solo objeto de dirigir acciones en beneficio de la sociedad.

Los argentinos solemos escuchar con interés la radio, mirar con atención la tele o comentar con fruición las noticias de los diarios a la par que transcurren nuestros días. En medio de la rutina diaria, sin advertirlo se sucederán infinidad de hechos políticos, que incidirán directa o indirectamente en nuestras vidas sin solución de continuidad. Cada nuevo gobierno una vez instalado,  nos mostrará la profundidad de la crisis que ha heredado, nos revelará cuan equivocado ha sido el rumbo de la anterior gestión y se proclamará fundante de algo nuevo, a lo que llamará  modelo,  al cual será necesario apoyar como mejor y casi única alternativa a semejante lastre recibido. Y si ya estuviere instalado aguzará su ingenio con los números, para demostrarnos que la medida de la crisis que aún  arrastramos,  fue tan, pero tan impensada, que para recuperarnos, necesitará  por lo menos de un mandato más.

En el mientras tanto, el horizonte ciudadano por lo común se achica, se llena de miedos, de inequidades  y de frustraciones.

Porque a pesar de haber producido en 2001 con el espontáneo sonar de sus cacerolas una rebelión ciudadana sin precedentes, que provocó la caída del gobierno de entonces, e hizo que el mundo entero volviera su mirada asombrada  hacia ese intrépido país, que deliberaba en plazas y esquinas exigiendo pacíficamente que se fueran todos, poco y nada cambió desde entonces. Todos los que de una u otra manera hicieron posible que la Argentina dejara de encolumnarse entre los  mejores y mas prósperos países del mundo para caer en la decadencia que hoy detenta, siguen mostrándose, elección tras elección como la única  alternativa para salir de esta crisis eterna que nos persigue. Mientras esto ocurre, un ejército de indigentes, cartoneros y drogadictos irrumpen en los espacios que no hace tanto transitábamos todos, sin necesidad de clausurar puertas ni ventanillas, ni darnos vuelta, mas que para saludar a algún vecino, salteado al pasar.

Mal que nos pese, aún no hemos aprovechado un mas que favorable contexto internacional sin precedentes, pues se ha instalado en nuestra agenda política, como solución a estas urgencias, los subsidios. A pesar de que con ellos no se redistribuye, sólo se sale de la emergencia  (y se malacostumbra al ciudadano).

Nada que tenga que ver con el largo plazo, pareciera interesarle a nuestros políticos. En los varios años que llevamos de crecimiento sostenido no hemos aprovechado para discutir en el parlamento proyectos que nos hablen sobre cómo vamos a adecuar la Educación a los cambios tecnológicos  en los próximos 10 años, o qué vamos a hacer para mejorar la salud de la población, ni qué cosas implementar para mejorar la infraestructura ferroviaria (no sólo la vial), o de que manera vamos a saldar la deuda vergonzosa  con los jubilados, o cómo  sacar de la calle, para recuperar y darles un horizonte mas amplio a las generaciones comprendidas entre los 12 y los 25 años.

Las imágenes mas frecuentes que el ciudadano pueda tener de los políticos y cómo actúan en lo cotidiano, es probable que tengan que ver más con el juego de las escondidas, que frecuentemente nos obsequian los legisladores desde el Congreso,  el del monigote, que nos regala la segunda y tercera línea de funcionarios ante las palabras de la presidente en cualquiera de sus improvisadas alocuciones o las peleas diarias entre el gobierno de la ciudad y el vocero de turno para ver quien la tiene mas larga.

El recuerdo del genial Tato Bores, vestido de frac en sus sketchs,  atónito, dando pasos inseguros, vacilantes, con la mirada perdida, mudo ante el desfile de gente que ante él, mostraba  pedazos de la miseria que habita en cada ser, sobrevuela en mí, cada vez que me pongo a pensar en estas cosas.

Y  me siento como el título.
    
Juan José de Guzmán    jjdeguz@gmail.com   jjdeguztemas.blogspot.com/      

lunes, 18 de abril de 2011

Kirchner, los argentinos y la historia

Publicada en Clarín, Cartas de lectores. 18/4/2011

Los mortales mantenemos un velado acuerdo con la carne en el momento de la muerte. En tanto el funeral nos la exponga, solemne, a quien hasta hace nada estaba entre nosotros, no es de buen tino comenzar a descarnar. Tal vez más tarde se llegue al hueso, pero ahora no. Eso es el duelo, el momento final que sólo acepta el llanto.
Allí, la mente se nubla y por ello nos guarecemos en el silencio como señal de respeto. Otras, esa mezcla de confusión y piedad logra que los actos del difunto en vida sean reinterpretados a través del ropaje con que el dolor los cubre. El paso del tiempo va intercalando hechos y sobre ellos, a manera de senderos, transitará la historia.
Como ciudadano, cautivo de mi subjetividad, guardo recuerdos muy intensos del paso por la política de Néstor Kirchner. Unos sublimes, otros pésimos. Y están instalados como fotos proyectadas. La dignidad que sentí derramada en mí cuando se paró frente a los militares para indicarles quién era el que mandaba y quién el mandado. Aquella primera equilibrada postura frente a la Iglesia. Su firmeza ante la dura posición del FMI y de algunas jerarquías instaladas en nuestra sociedad, testigo impávido de la silbatina oprobiosa que La Rural le dedicó a un Presidente de la Nación en otros tiempos. También, mi memoria guarda una foto horrible, sonriendo y con aspecto avaro: “Mi platita es mía, mía”, ante un inoportuno periodista que osó preguntarle si pensaba donar la jubilación, como lo había hecho Alfonsín antes. Su visión de la justicia respecto de los derechos humanos fue sesgada. Por eso su desaparición dejó incertezas en temas que hubieran merecido esclarecerse ante la ciudadanía.
Argentina necesitaba, como lo sigue necesitando hoy, cerrar esa negra página de su historia. Pero para ello deberá apostar a tres atributos indispensables: generosidad, ecuanimidad y grandeza.

Juan José de Guzmán
jjdeguztemas.blogspot.com
jjdeguz@gmail.com

domingo, 17 de abril de 2011

Las miradas sobre el pasado y algo más

Podríamos decir que la memoria es un hecho moral. Por un lado nos instala en la irresuelta tensión entre verdad e historia y por otro nos interpela y nos exige responder por nuestros actos. El olvido, en cambio, es la falta de voluntad de recordar. La memoria cede al olvido lo que no ha privilegiado retener y en esa elección de un recuerdo y no de otro, condiciona nuestro ser en el presente. También le da forma al pasado y compromete el futuro.

Sólo los hombres vivimos y nos reconocemos en una memoria que nosotros mismos sedimentamos. La oscura e indelegable responsabilidad del hacer humano emana, justamente, de que es posible habitar el mundo de más de una manera. Por esa misma razón, también podemos juzgar y ser juzgados.

Resulta inquietante la relación entre memoria e historia. No pueden dejar de evocarse, de confundirse, de negarse. No siempre la memoria retiene lo que la historia pone en evidencia. A veces lo recupera parcialmente; otras, lo deforma. Y de eso se trata muchas veces, de modificar la historia para no mirar atrás y pensar en un futuro entonces distorsionado. 

La Argentina, en ejemplos muy claros -como las cartas de lectores que se han manifestado a través de este medio- muestra desencuentros, laberintos donde se pierde la reflexión sobre historia y memoria; con el pobre argumento de mirar hacia el futuro, como si no fuese necesario revisar nuestro pasado para actuar en el presente y poder, entonces si, modificar ese futuro que algunos esperan promisorio, aún sin mirar atrás. 

¿A qué me refiero cuando afirmo la necesidad de recordar?, ¿cuál es el objeto interrogado?, ¿cuál, el sujeto que interroga? Desde la memoria, toda la responsabilidad recae sobre el sujeto que interroga el pasado, a sabiendas de que aunque aparezca como colectivo, es indelegable la responsabilidad de respuesta de cada uno. Lo que hoy somos deriva de los rastros que el pasado que hemos registrado ha dejado en nosotros. Estamos envueltos en un torbellino de voces que claman por la memoria, y por otro lado por el perdón y el olvido. 

Pero es imprescindible revisar el pasado, hacer justicia, no olvidar. Y, sobre todo, no distorsionar la historia: los militares y civiles tomaron el poder el 24 de marzo de 1976, (golpe que fue bienvenido por gran parte de la población), planificaron sistemáticamente el terror y la tortura para destrozar el tejido social, eliminar a miles de trabajadores y estudiantes que buscaban un país mas justo, justificándose en una guerra sucia que no existió, robando más de 500 bebés, implementando centenares de centros clandestinos de detención. Todo para dar lugar a políticas económicas de exclusión, destrucción de la industria, la salud, la educación y la cultura, y otras acentuadas en los noventa. 
Por eso, no estoy de acuerdo con olvidar (como dice el señor Alberto Pintos Morel en su carta “ Harto ya de mirar al pasado”), con mirar sólo hacia adelante. Porque el que no quiere revisar su pasado, prefiere no saber, es porque la verdad es dolorosa y el pasado injustificable. Los crímenes que se cometieron pueden ser tipificados y los criminales enjuiciados y condenados si apelamos a la memoria histórica. Pero tengamos muy claro que el “desaparecido” no sólo es el objeto del acto criminal. La memoria del desaparecido hace presente una fisura en la estructura misma de la sociedad. Los desaparecidos son nuestra memoria. Un mal que existe en el cuerpo de la Nación, en nuestros cuerpos personales. Una huella con la que vivimos y que ninguna justicia puede borrar. 

Pablo Spinella


MIRADAS SOBRE EL PASADO

He leído la carta del señor Spinella  y quisiera aprovechar esta tribuna ciudadana para aportar mi opinión a este saludable debate sobre nuestro pasado reciente.

No creo que podamos admitir como válido que la memoria sea un hecho moral. La memoria es la simple capacidad de recordar una cosa, que puede ser moral o no.

El problema de los argentinos con la memoria radica en la calificación que le damos a la cosa recordada. Encima,  muchas veces traemos al presente cosas que sucedieron en contextos diferentes.

Es por ello que no sería justo dejar fuera del análisis entre sujetos y objetos a los montoneros, que no nacieron como contestación a un plan sistemático de desaparición de  personas, perpetuado desde el Estado, fuera de la ley, que robaba niños y muchísimas atrocidades mas. Ellos irrumpen mucho antes y se convierten en la razón principal para que un gobierno democrático, pidiera desde el Congreso de la Nación ayuda al ejército para aniquilar el accionar subversivo que azolaba desde hacía mas de 3 años al Estado, y que fue “bienvenido por gran parte de la población”

La inmensa mayoría coincidió después en la necesidad de revisar el pasado. Bien pero, desde donde partimos, del 76? O nos retrotraemos al 73, cuando Perón regresa a la Argentina y denosta el accionar del grupo que, desde algún lugar de la memoria, o la historia (como usted prefiera) se dijo que él mismo había fogoneado desde España.

Llegados a este punto, tratemos de reflexionar sobre el contexto en que sucedieron todos esos horrores. Si los asesinos que cometieron los comprobados crímenes de lesa humanidad fueron juzgados y vivirán condenados de por vida, y después también, en las negras páginas de la historia, no encuentro razón que explique la absolución por prescriptibilidad de las causas de quienes desde la otra vereda planificaron y ejecutaron otros horrores contra la humanidad en esos tiempos.

Una ley, que debería sancionarse por amplia mayoría, que dejara sin efecto la prescriptibilidad de causas abiertas durante este período seguramente dejaría a la inmensa mayoría de los argentinos conforme, a la vez de ayudar grandemente al cierre de esta discusión,  para dar paso al libre accionar de los tribunales de justicia.

Juan José de Guzmán
jjdeguz@gmail.com

Verbos Políticos

Publicado en La Nación, Cartas de lectores. 30/3/2011


En su encendida invocación ante empresarios en la Casa Rosada, la presidenta de los argentinos arengó con firmeza que hay que dejar de llorar, de gritar. “Hay que negociar”, dijo.
Ya que estaba utilizando verbos de primera conjugación, no hubiera estado de más, entre las sonrisas cómplices del final con Boudou, que incluyera con el mismo énfasis la gran Barrionuevo... “ y dejar de robar.”
Juan José de Guzmán
jjdeguz@gmail.com

El Don Pirulero de la Política Argentina

Publicado en Clarín, Cartas de lectores. 1/6/2010


Cada cual, en nuestra bicentenaria Argentina, atiende su juego. Y el que no, una prenda tendrá (total, la Patria, o Dios, está visto, no han demandado ni se sospecha demandarán a nadie). Y así nos va. Pasan los siglos, las décadas, los gobiernos, las oportunidades y seguimos siendo un país adolescente (por todo lo que carecemos, sufrimos, toleramos, necesitamos). Y aquí no es que se salva alguien de la crítica. Cada uno está enfrascado en hacer su propio juego, mientras los argentinos estamos atrapados en el medio.

Días pasados, en Paraná, quien gobernó desde 2003 habló de la importancia de construir un proyecto que a la Argentina le dé la perspectiva larga, de 10 o 15 años para terminar con las improvisaciones. Tardó unos años en darse cuenta. Claro que un proyecto de país se discute y construye acordando con todos, justamente en el Congreso, lugar al que decidió que debían ir a jugar a las escondidas los legisladores, que son más leales para con él que para con los ciudadanos. Que tal si un día cualquiera los legisladores se ponen a hacer los deberes en serio y entran por Comisión un proyecto de ley que contemple para los próximos 10 o 20 años, un acuerdo capaz de trascender por sobre cualquier gobierno.

Juan José de Guzmán
jjdeguz@gmail.com

“Una vacuna, pero contra la corrupción”

Publicado en Clarín, Cartas de lectores. 24/6/2010


Cómo no coincidir con la Presidenta respecto a lo bien que le vendría una vacuna contra la “mala onda” a muchísimos descreídos conciudadanos. La figura elegida derivó en una salida punzante, pero simpática, al fin y al cabo.

Los cambios necesarios para revertir esa “mala onda” existente en la sociedad son de una densidad imposible de lograr de un día para el otro, como sí lo consigue en el organismo un antídoto cuyo efecto es inmediato y efectivo. Uno se vacuna contra algo y con eso sólo evita que el virus se propague o lo afecte.

Todos fantaseamos con el cumplimiento de muchos de nuestros deseos y al concebirlos nos introducimos en pensamientos mágicos. Y su ocurrencia conlleva la intención de provocar como por arte de magia, el cumplimiento de un deseo. Como si Argentina ganara el Mundial en Sudáfrica, por caso, generaría una buena onda que nos vendría de maravillas. A todos.

Pero si no se diera esa circunstancia deseada y desde la fantasía se pudiera echar mano a una vacuna, ésta debería ser contra la corrupción. La buena onda después vendrá sola.

Juan José de Guzmán 
jjdeguz@gmail.com

Reflexión acerca de los jueces y el poder

Publicado en Clarín, Carta de Lectores, 8/9/2010.

Si dejásemos la hipocresía a un lado, encontraríamos la explicación al origen de todos nuestros males. Lo que no hay en nuestro país es ley. Hay leyes, sí, que son hábilmente vulneradas por los que llegan al poder.

Una vez instalados modifican estructuras que luego, valiéndose de precisos movimientos estratégicos, o creando instituciones nuevas que en su conformación les aseguren la mayoría a la hora de decidir si se lleva a juicio político o se salva a jueces por sus lamentables desempeños.

Por ejemplo, desafío a los políticos, de cualquier partido que fueren, a encargar una encuesta, y comprobarán que la mayoría se sintieron defraudados con los fallos que los jueces produjeron a partir de la voladura de Río Tercero. ¿Quién no recuerda la imagen del entonces presidente, horas después del estallido, saliendo de las instalaciones al grito de “esto fue un accidente”, e instando al periodismo a no hablar de un atentado?

Ese señor, acaba de recibir la falta de mérito de la Justicia, y le sigue haciendo daño al país canjeando quórums por favores como éstos. El juez Oyarbide fue salvado del abismo en más de una oportunidad por el voto del oficialismo que se opuso a su juzgamiento y segura destitución. ¿Con qué grado de objetividad puede determinar este juez si éste funcionario, o aquél se enriqueció ilícitamente o cometió tal o cual delito?

Tendríamos que mirar como hicieron otros países para lograr que los jueces, a la hora de fallar, no “fayen”.

Juan José de Guzmán

Desde el Jardín

La savia es al árbol lo que la justicia a la Sociedad. Habita y recorre, como sustancia vital, todas las partes de su cuerpo. Es el alimento que lo nutre, desde las raíces al tronco y desde allí a sus ramas.

A veces, durante el trayecto el ramal se obstruye.  La savia entonces desvía su curso, dejando en su ausencia los caminos truncos. Esto repercute en toda la planta que al final de cuentas termina enfermando.

Sobrevendrán entonces modificaciones, deformaciones seguro y también mutilaciones.

La falta de tan vital elemento en sus ramas hará que sus hojas caigan primero, que sus flores se malogren luego, y los frutos se pierdan después.

El árbol resistirá, llorará por entre sus heridas resinosas y comenzará  a malograrse, irremediablemente. Hasta que un día caerá moribundo, abatido  ante el próximo viento.

Debemos comprometernos con firmeza y convicción a mantener los valores,  sin renunciar a nuestros principios, controlando desde el lugar que fuere y  sin eludir responsabilidades, para evitar que esa savia se desvíe,  dejando  caminos truncos.  Es posible que mañana entonces disfrutemos la llegada de  flores nuevas  y  frutos venideros.

Imagino a Chauncey Gardiner, sentado a mi lado, pronunciando con su ceremonioso tono estas reflexiones, mientras observamos de frente, el estado al que ha llegado nuestro jardín.

                           Juan José de Guzmán                              

                           jjdeguz@gmail.com

La Argentina que tenemos

Publicado en lanacion.com, Blog de los lectores. 10/1/2011


Argentina se ha convertido en un país en el que con cualquier contacto político es posible hacer lo que a quien fuere se le antoje. Así es que se puede usurpar impunemente un predio que estuviese libre y saber de antemano que la consecuencia de cometer ese delito será la de negociar algún beneficio a cambio del desalojo.

O bien, si uno pertenece a otro decil dentro de la escala social podrá entonces especular con un negocio redituable, pasando por encima de cualquier norma de convivencia civilizada. Esto es lo que sucede hoy dentro de un barrio cerrado, a 45 minutos del centro, donde los dueños de un terreno grande decidieron lotearlo quedándose con uno, al que adaptaron como salón para fiestas privadas.

En su interior tiene equipos de sonido de tal potencia que producen temblores en el suelo, en ventanales y en la vida del vecindario. Días pasados llegó hasta la puerta del salón un patrullero que fue abordado por vecinos desesperados que creyeron llegaba la protección a semejante atropello. La respuesta que recibieron de los uniformados fue que tratándose de una propiedad privada ellos nada podían hacer, retirándose del lugar ante la atónita mirada de esa gente que buscaba en otros ojos explicación para semejante ultraje.

Claro, esta gente no tira piedras ni agrede a la policía por eso tal vez no aparezcan en televisión. Pero forman parte del mismo tejido social que se disgrega día a día, ante la mirada cómplice de políticos que sólo atinan a intercambiar chicanas.


Juan José de Guzmán
jjdeguz@gmail.com

El Perfil de los Candidatos

Un ameno comentario de radio me movilizó a escribir estas líneas. En el mismo se mencionaba como dato curioso que, los mandatarios mas reconocidos por la ciudadanía  no provienen de la abogacía, sino de la medicina.

Así fue que surgieron los nombres de Bachelet, Tabaré Vázquez, Illia, gente que una vez terminado su compromiso con la sociedad volvió a lo suyo, con lo mismo que tenía cuando asumió, hablando de bienes personales por supuesto. A ellos se les podría agregar  Oscar Alende,  Armendáriz y tal vez otros (en otras provincias).

Será que su vocación hacia lo humano la pudieron transmutar a la sociedad? Que su familiaridad con la emergencia los ayudó a distinguir lo urgente de lo deseable, lo perentorio de lo prescindente, lo necesario de lo accesorio?

Será que su concepción de lo que significa sanar los volvió expertos  a la hora de aplicar sin dilaciones, el tratamiento adecuado para cada circunstancia. O tal vez que su vocación por la rehabilitación del enfermo los acostumbra a luchar con decisión y sin postergaciones?
  
Sea lo que fuere, los argentinos bien podríamos reflexionar que con los doctores en derecho no hemos logrado enderezar el rumbo. Y si cambiamos de profesión  cuando vayamos a elegir?       


                                                          Juan José de Guzmán
                                                           jjdeguz@gmail.com

La TV y Frankenstein

El fotomontaje, el maquillaje, el playback, la edición y la reedición podríamos decir que son hermanos de una familia llamada Imagen, que se desvive por mostrarse nítida, ágil, creíble, pura, inmaculada, grata, si se quiere.


Claro que jugando con ellos intencionadamente puede modificarse esa imagen hasta alejarla por completo de la realidad.


Cualquier especialista con esas herramientas en las manos puede sentirse Víctor Frankenstein y generar con ellas un monstruo similar.


Si logramos descomponer en trozos pequeños secuencias filmadas de una misma persona en circunstancias distintas, sacándolas del contexto en la que cada una ocurrió, a eso le agregamos en off una voz de fondo que reinterprete esas imágenes editadas, podremos emular a Víctor F.


Estas cosas, con las que sin el menor recato la TV obsecuente hoy juega, son generadoras del estado de crispación (y división) que se observa en la sociedad.


Juan José de Guzmán
jjdeguz@gmail.com