La patria no se arrebata, ni se devuelve.
No quisiera pecar de desagradecido con quien siente orgullo por devolvernos lo que supone, otros nos han arrebatado. Pensaré que me han devuelto la patria el día que la haya sentido perdida. Mientras esto no ocurra seguiré luchando como lo hice siempre, con fervor, con pasión, desde el lugar que fuere, para que mejoren las instituciones en mi país. Para que el concepto Democracia no se desvirtúe ni el de Política devalúe.
Para que la educación se convierta en la prioridad mayor, porque con ella mejorarán todos los índices de prosperidad. (sólo ella iguala socialmente generando oportunidades para todos). Para que el acceso a la salud sea universal, pero priorizando a mis compatriotas. Para que la economía produzca al fin, una reforma tributaria que logre la distribución de la riqueza de manera equitativa (sin la discrecionalidad con la que se reparten los impuestos recaudados, que pagamos todos). Para que la justicia vuelva a ser el lugar donde descansen los valores inmanentes de la sociedad y no el conjunto de regulaciones ciudadanas que favorecen al gobierno de turno.
Lo único que siento hemos perdido los argentinos es la valoración de la justicia. Arrebatada en cada cajoneo, en cada pérdida de pruebas, en cada maniobra realizada para eludir los mecanismos de control existentes, pero que son burlados con artimañas desde todos los gobiernos, con el único objetivo de lograr impunidad, evitando con ello ser investigados durante y/o después de sus mandatos.
El de patria, es un sentimiento casi único, intransferible. Como el amor a los hijos.
Juan José de Guzmán jjdeguz@gmail.com
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